Desde que empecé a interesarme por la literatura mi padre no había parado de insistir en que leyera Juan Salvador Gaviota. Al final, para no escucharlo más, lo leí.
Encontré una novela preciosa, sobre la libertad, la soledad, el aprendizaje; encontré a otro 'bicho raro' en el mejor momento, cuando empieza la adolescencia y todos nos sentimos perdidos.
Con este libro descubrí que los límites los pones tú, que siempre encontrarás alguien con quien compartir aquello que te apasiona.
Cuando encontré Demian, le pregunté a mi padre si me gustaría (después de leer El lobo estepario tenía serias dudas con Hesse), pero él no recordaba qué sintió con ese libro, hacía demasiados años ya.
Lo empecé con miedo, con la sensación de que no llegaría a entenderlo. Pero Demian fue todo lo que necesitaba a los 16 años. Hallé una novela de crítica: a la sociedad y a la religión. Encontré una novela que exploraba las diferencias entre la pobreza y la riqueza, el bien y el mal... Una obra que nos hace preguntarnos quiénes somos, algo que todos debemos hacer en algún momento.
«Quería tan solo intentar vivir aquello que tendía a brotar espontáneamente de mí. ¿Por qué había de serme tan difícil?»
Leí este libro este verano. Mi padre lo dejó a la mitad, no era lo que él esperaba. Sin embargo, yo encontré un tesoro.
En estas páginas conocí el relato de una mujer y la dura decisión de tener o no al pequeño que espera.
Una obra en la que se muestran los problemas a los que deben enfrentarse las mujeres, y más en aquella época, en 1975. Resulta sorprendente cómo esta mujer se enfrenta a los que la rodean y le reprochan que vaya a ser madre soltera y decide seguir adelante ella sola, porque puede, porque no necesita a nadie.
Creo que merece mucho la pena adentrarse en estas páginas.
Probablemente casi todo el mundo haya leído La insoportable levedad del ser. Se lo quité a mi padre de la estantería hace años y aún no lo he devuelto. Todavía hoy, más de seis años después, sigo encontrándome en estas páginas.
Dos parejas, celos, sexo, amor, debilidades, traiciones... Teresa y Tomás, Sabina y Franz. Cuatro personas que acaban siendo una en el lector. Lo he releído varias veces, y aún me faltan muchas más. Aún me queda tiempo para seguir sintiéndome Teresa, para perseguir esa libertad que busca Sabina.
La sonrisa estrusca no es ni de lejos mi novela favorita, pero me encantó tantísimo la evolución del personaje, los cambios que hace en su vida solo por hacer feliz a su nieto, cómo acaba limitando su mundo a ese pequeño... Es una novela tierna, dulce (incluso al final, cuando las lágrimas ya no me dejaban leer) y perfecta para estrujarte un poquito el corazón.
Puede parecer que lloro con todos los libros (es cierto que me paso de sensible) pero es que este lo merece. Lo encontré en la estantería de casa y, sin saber nada del libro, me decidí a darle una oprtunidad.
Quizá sea por la relación de la niña con los libros, porque la historia la narra la muerte y eso me fascinó o por la relación con el padre..., el caso es que me enamoré y lo leí en un día.
Estaba harta de las historias de la II Guerra Mundial, pero me encantó demasiado el papel de la niña, su pasión por los libros...
Es tan bonito que tengo que releerlo de vez en cuando.