martes, 21 de agosto de 2018

Verano I

El verano es perfecto para atiborrarse a leer.

Y precisamente El río es una de esas novelas que están hechas para este periodo del año.
En esta obra, Rumer Godden crea un relato dulce, tierno y cargado de belleza.
Cuenta la historia de Harriet, una niña que se debate entre la curiosidad por crecer y el miedo por lo que conlleva. Una niña aventurera, que ya desde pequeña conoce el poder de las palabras y que poco a poco va descubriendo lo que es crecer.
Esta historia queda enmarcada en los bellos paisajes de la India y sus costumbres.
Es una obra ligera y amena, donde se recrea de forma brillante esa época de la niñez donde empezamos a ser realmente conscientes de cómo las cosas empiezan a cambiar. Además, Godden acompaña el crecimiento de Harriet rodeándola de personajes que ayudan a diferenciar esos dos mundos: su hermano Bogey, aventurero, olvidadizo, preocupado solo de sus juegos, y su hermana Bea, que ya está creciendo, que desprecia el infantilismo de sus hermanos, que ya es "demasiado" mayor.
Edita Acantilado

Joan Didion escribió su primera novela, Río revuelto, en 1963. Cualquiera esperaría poco a nada de una primera novela pero el caso de Didion ya demostraba el tipo de escritora que iba a ser. Río revuelto es una obra maestra donde Didion refleja de forma magistral los problemas de la vida media estadounidense a través de la historia de Lily y Everett, que se rompe al igual que se rompe la burbuja en la que vivía la sociedad americana.
Una historia donde se refleja a la perfección el deterioro de la relación, de los personajes, la fragilidad, los miedos...
No es de extrañar que haya conseguido convertirse en una de las novelistas más importantes teniendo en cuenta su comienzo.

La edición bella y necesaria de Gatopardo.






Lo imaginado es el segundo título de Editorial Dieci6 y se trata de un libro de relatos escritos por Juncal Baeza y resulta que son deliciosos. Digo deliciosos en el sentido de que son una pequeña joya. Lo primero que me fascinó fue la variedad de temas que es capaz de abarcar esta mujer. También me encantó la capacidad de transmitir, sea cual sea la circunstancia, tiene una prosa sensible, honda, donde lo que importa son los personajes, su construcción. Es capaz de transmitir la mayor belleza y delicadeza como el mayor horror, pasando por el dolor, la tristeza, la repulsión. Conseguir eso, ser capaz de narrar tantas situaciones desde tantos prismas me hace pensar que estamos ante una escritora que va a dar muchas alegrías. Esta es la primera.

viernes, 2 de febrero de 2018

"Unas gotas de aceite"

Unas gotas de aceite es una novela autobiográfica de Simonetta Agnello Hornby, editada por Gatopardo (que tiene un catálogo fantástico).
No sé qué tienen las autobiografías/biografías/diarios que me atraen tantísimo pero cuando vi este libro supe que tenía que leerlo.
El libro de Simonetta huele a salsa de tomate, a dulces caseros... A través de distintas recetas y comidas, Simonetta recrea la vida familiar en la finca de Mosè, las visitas y las aventuras de los pequeños. Pero también es un libro de aprendizaje,en el que la pequeña Simonetta va aprendiendo lo que es la vida, lo que es el amor.
Al leer este libro es imposible no sentirse transportado a la Sicilia de esos años, oliendo los bizcochos que cocinan la hermana y la madre de Simonetta. Un relato en el que la comida une y embellece incluso los peores momentos, donde resulta ser una forma de celebrar la vida.
Y sin embargo, durante toda la obra queda al fondo la amenaza de la mafia, los peligros de los que los niños eran conscientes a medias.


Este libro desborda ternura en cada página, ha sido imposible no sentir que volvía a ser pequeña y pasábamos los veranos en el campo, cocinando en la leña. Acabarlo ha sido triste, saber que no había más páginas... pero te deja algo: una hoja de laurel para recordar a Simonetta, a Chiara, a Teresù y a Elenù.

¿Sabéis lo mejor? Al final incluye bastantes recetas de la familia.

jueves, 25 de enero de 2018

"Demonios familiares" por Mónica Baños

Demonios familiares de Ana María Matute  

 Curiosamente y sin ningún tipo de motivo aparente, me adentro en el mundo de Matute (y adopto a esta autora, de paso) con su última novela publicada, Demonios familiares (Destino, 2014). E inacabada. En un principio, la inmersión en su mundo ha resultado incluso dolorosa y asfixiante. La autora nos presenta el reducido mundo de Eva, una adolescente que se prepara para ser novicia hasta que debido al incendio provocado a su convento en los días previos a la Guerra Civil lo impiden. Así, Eva debe volver a su casa, con su padre, un militar retirado frío y tiránico y los criados, Magdalena y Yago. Su casa, conocida como el Palacio, no deja de ser un caserón frío y poco acogedor. Eva es ingenua, melancólica y solitaria. Ha vivido recluida gran parte de su vida, por lo que no conoce nada del mundo. “—Ya te digo, hija, por no aburrirse y propagar calumnias se han deshecho muchas familias, y muchos amores…bonitos. (…) ¿Qué quería decir amores bonitos? ¿Los había feos?” (…) “Qué ignorante soy. La vida pasa a mi lado y yo no me entero de nada.” A Eva le han cortado las alas, pero nunca las ganas de volar. Tiene una inmensa necesidad de amar, de sentirse querida. “Me asaltó de pronto esta convicción: no había amado a nadie, no sabía lo que era el amor. (…) Solo había existido una gran soledad. Y un respeto atemorizado por cuanto me rodeaba y me querían inculcar”. En muchas ocasiones sueña con el bosque, igual que con el desván de su casa, en el mismo en el que Yago y ella esconderán a un aviador republicano, encontrado precisamente en las profundidades del bosque. La situación es difícil, ya que la familia de Eva y la mayor parte del pueblo pertenecen al bando nacional. La tensión es palpable, el odio del padre de Eva hacia “los otros” de la guerra. Y ese mismo aviador, Bernardo o Berni, será probablemente el primer amor de Eva. “En lugar de eso, sentí a mi vez su abrazo, apretado, cálido. ¿Por qué había creído que no lo haría nunca?” Y digo probablemente porque nunca lo sabremos. Matute nos dejó antes de terminar la novela. En el punto más álgido, la historia acaba. Giras la página incrédulamente y nada más. Por mi parte, cuando acudí a la biblioteca en busca de alguna de sus obras, el hecho de que ésta fuese la última y además, sin terminar, hizo que de algún modo me sintiese atrapada por ella. Sin embargo, tenía algún tipo de esperanza, de recibir alguna explicación. No es así, pero a su vez, no resulta necesario. No sabremos qué les ocurrió a todos ellos, pero eso permite que cada uno de nosotros les demos el final que creemos merecedor. De este modo, me sumerjo levemente en el mundo de la autora, no sin decir que con muchas ganas me  hallo de conocer el resto de su obra. A ver qué me deparan las novelas de Ana María Matute en el futuro.




Mónica Baños
Estudiante de Derecho, con 16 años ganó el premio literario “Cuéntame un cuento feminista” de las Jóvenes Moiras de Valencia. Entre otras cosas, le gusta el cine clásico, la música independiente y el té. Se proclamo eterna amante de las letras, la literatura da sentido a su vida. Y ojalá que sea así por mucho tiempo. Su Instagram aquí.

sábado, 20 de enero de 2018

Si un árbol cae, María Rodríguez Blanco

Si un árbol cae. Conversaciones en torno a la guerra de los Balcanes  (Alba, 2009), Isabel Núñez.


En 1992 la ciudad bosnia de Foča es asediada por paramilitares serbios. Tras el ataque, producido en el contexto de la guerra de Yugoslavia, se denuncian más de dos mil casos de desapariciones y violaciones masivas. Hombres y mujeres fueron separados y encerrados en diferentes campamentos y sometidos a constantes maltratos y vejaciones. A las mujeres las  violaron sistemáticamente.
Febrero del 2002. Tribunal de la Haya. Cuatro hombres son juzgados por  violación durante el sito de la ciudad de Foča. Para estos hombres, patriarcales, serbios de Bosnia, es increíble estar sentados allí por violación. Según su lógica, es normal que se juzgue por asesinato pero ellos solo violaron, si hubieran querido las hubieran matado, pero no lo hicieron, solo violaron mujeres. Este testimonio escalofriante, junto a otros, lo recoge la escritora Slavenka Drakulić en su libro No matarían  ni una mosca. Criminales de guerra en el banquillo  a partir de observaciones realizadas en los juicios por crímenes de guerra celebrados en La Haya.
Slavenka Drakulić diserta también sobre guerra y feminismo en una lúcida conversación con Isabel Núñez en Si un árbol cae (Alba, 2009). «Por primera vez en la guerra de la antigua Yugoslavia, la violación fue proclamada crimen contra la humanidad. Esa fue la conclusión importante de la violación de tantas mujeres bosnias». « {…} lo hicieron a propósito, como arma de guerra, si uno llega a un pueblo y viola a todas las mujeres, la gente que huye, propaga el mensaje como aviso y todos empiezan a huir. No podían matarlos a todos. Un medio muy eficaz para la limpieza étnica: violaciones».
No es la única entrevistada por Isabel Núñez en Si un árbol cae. El libro se compone de más de veinte conversaciones con escritores, editores y periodistas sobre la guerra de los Balcanes. Los diálogos proyectan una mirada muy fija en las voces femeninas y el papel de la mujer como víctima de una sociedad enormemente patriarcal que vio mermados sus derechos civiles con la llegada del nacionalismo.
Ese nacionalismo encendió la llama del odio y fue el que propagó la guerra. La escritora croata Dubravka Ugrešić, en relación al papel de la mujer en el conflicto afirma que: «muchas mujeres fueron las más rígidas seguidoras del nacionalismo. En televisión, vi a muchas besando, literalmente besando, las manos de Tudjman…».
Isabel Núñez interpela a unos con las afirmaciones de otros creando así una discusión.  Nenad Popović, ensayista y articulista, afirma que «fue una guerra contra las mujeres, porque ellas no son tan fáciles de inducir al pillaje y a la agresión {…} ».
Paradójicamente, Yugoslavia contaba con un gran número de mujeres emancipadas e intelectuales conviviendo en un mundo patriarcal muy fuerte. La escritora serbia Svetlana Slapšak, enemiga de Serbia por su constante lucha por los derechos civiles y de la mujer, tuvo que reconsiderar su disidencia política: «me reafirmé más feminista que disidente porque mis colegas disidentes hombres resultaron extremadamente machistas y patriarcales, por eso privilegié más mi feminismo. Odian a las mujeres por haber sobrevivido y porque en general, las mujeres somos menos nacionalistas que los hombres»
En este libro se elevan voces y experiencias vitales con el fin de evitar que se vuelvan a repetir los mismos errores una y otra vez. El lector puede colocar cada acción en su escalón correspondiente para comprender qué pasó y por qué. Las consecuencias ya sabemos cuáles fueron, no tentemos a la suerte. 

«Si un árbol cae nadie lo ve, no cambia la vida de los árboles». Y eso era exactamente la vida en Sarajevo durante el asedio, eso era el individuo en Sarajevo. Marko Vešović


María Rodríguez Blanco
«Me gusta escribir tanto como leer. He sido librera, de ahí mi pasión por los libros, ahora soy redactora y publico cosas donde me dejan. Mañana quién sabe, mientras tanto doy forma a todo lo que me gusta con letras en este blog www.viajandoydanzando.com y con imágenes en @viajanydanzan»

domingo, 7 de enero de 2018

A propósito de Clavícula, Andrea Abreu

El dolor de las mujeres es un dolor raro

Tengo un dolor que me acompaña y que a la vez es muchos dolores. Va cambiando de nombre. A veces se llama migraña, otras endometriosis, dismenorrea, colon irritable, gases, costilla inflamada, calambre, contractura, insomnio. Las curas son variadas y nunca tratan el inicio de la herida. Esos tratamientos también cambian de apelativo: buscapina compuesta, paracetamol, ibuprofeno, enantyum, abrazo, llorar, chocolate. Pero no arrancan la ortiga de raíz, solo la toman por la puntita de las hojas y con los dedos irritados tiran tiran tiran y parten el tallo. Si para René Leriche «la salud es el silencio de los órganos», entonces el dolor es el gritar del cuerpo. Es un bloque atado al cuello y es caminar arrastrando el bloque. «Todo dolor, incluso el más modesto, induce a la metamorfosis, proyecta a una dimensión inédita de la existencia, abre en el hombre [sic] una metafísica que trastoca su ordinaria relación con el prójimo y con el mundo», leo en Antropología del dolor (Seix Barral, 1999) de David Le Breton. El dolor es eso: el desplazamiento de la persona, el extrañamiento del cuerpo, la conciencia repentina de la precariedad de la existencia. Lo dice Le Breton: no existe la afección sin sufrimiento, no hay padecimiento físico —por pequeño que resulte— que no implique una problemática en el medio de la moral humana. 

El dolor se me agarra como una araña negra y viscosa y crece dentro de mi estómago, mi espalda, mi costado, mi endometrio. Tengo tan solo 22 años, casi 23, y me siento una anciana, en ocasiones. En ocasiones, creo que las ancianas se sienten menos viejas que yo. Y quiero domesticar el dolor, quiero amaestrarlo para que no me domine. Subrayo esta frase en la página 41 de Clavícula (Anagrama, 2017): «Quiero domar el dolor como si fuera un animal salvaje». Y, a veces. me pregunto si mi dolor será especial o si será igual al del resto. Tantos años lleva la araña recorriendo mi cuerpo de punta a punta que ya no sé cómo detenerla. Tantas salas de espera para un simple: «Estás estresada», «No hay cura para la endometriosis», «Eres muy joven para pensar así», «Eres muy delgada para tomar eso», «¿Te duelen las relaciones sexuales? Es normal». En Clavícula, Marta Sanz habla de muchas cosas, de muchas, hace reflexiones variadas, todas inteligentes y hermosas pero, mientras avanzo, pienso sin parar en la siguiente: «[...] los calvarios de las hembras de la especie son jodidamente naturales». Subida en un avión por encima del océano, Sanz nota un dolor en el flanco que termina por desmoronar su vida entera. Su angustia recibe nombres y curas de diverso género pero, de nuevo, el centro de la herida se mantiene intacto. De nuevo, es normal. De nuevo, la mujer debe abrazar al sufrimiento, como abraza a un hijo recién nacido y le besa la cara aunque la tenga sarpullida y negra. Natural. Nuestro dolor ha de ser natural. No están nuestros cuerpos dentro de los libros. El hombre es el centro de todas las cosas y, por eso, nuestros padecimientos son del margen. Y al margen no le alcanza el conocimiento. En ocasiones, me pregunto si no será la araña el cansancio. Si no será ese dolor en el costado la tristeza de vivir siempre en el otro lado de las cosas. En el ser el no-ser. En no ser lo uno, sino lo raro.




Andrea Abreu es periodista, lee, escribe, hace collages y fanzines. Le gustan los gatos y el café. Ha publicado un libro, Mujer sin párpados, y tiene una cuenta de IG preciosa (aquí).